La línea divisoria entre flamenco y folclore es, en ocasiones, demasiado difusa. Las sevillanas se mueven en esa tenue frontera, manteniendo su esencia popular, pero sin renunciar a la riqueza expresiva del flamenco. Un palo al que se han asomado voces desde la Niña de los Peines a Camarón, desembocando en jóvenes gargantas como la de Estrella Morente. Un género a medio camino, cuya constante transformación ha hecho cuajar nuevos estilos, evolucionar musical y temáticamente las coplas y crear un rico yacimiento comercial para la cultura andaluza.
La sevillana es un cante con copla similar a la clásica seguidilla castellana, aunque el tiempo ha hecho evolucionar su forma métrica y musical. Este género se configura como el arquetipo de la canción folclórica aflamencada, cuya finalidad ha sido siempre acompañar al baile del mismo nombre. J.M. Caballero Bonald incluye a las sevillanas en su clasificación de los palos flamencos, entre los cantes derivados de distinta procedencia folclórica andaluza-manchega.
En este género, que Blas Vega caracteriza por su «gracia, viveza y ágil dinamismo», el toque de guitarra que la acompaña admite cualquier tono. La danza, movimiento casi congénito para los sevillanos, es el marchamo que populariza el palo. Las sevillanas se bailan por pareja en series de cuatro en cualquier sarao que se precie… ferias, romerías y hasta discotecas. Cada parte está coreografiada de modo diferente siempre con pasos fijos, existiendo un intervalo musical de silencio o de estribillo. Los movimientos más peculiares son los paseos, pasadas, remates y careos. Sobre el último compás del cante, la música y el baile cesan juntos, adoptando los que bailan una pose «garbosa y provocativa, dada su calidad de baile de galanteo». La influencia del flamenco está enriqueciendo los remates con toques de bulerías o tangos, cambio paralelo a la casi renuncia al acompañamiento de castañuelas.
Para Blas Vega «la sevillana es una de las formas que más ha evolucionado musical y literariamente. Actualmente, junto al enriquecimiento popular de que hacen gala los compositores, los letristas, ajustándose a los compases musicales, emplean distintas fórmulas métricas para conseguir un mejor y mayor contenido poético». Francisco Moreno Galván, pintor y letrista, llegó a componer unas sevillanas nunca grabadas que reflejan esta evolución lírica:
El río de Sevilla
Ya no es camino
Para barcos de vela
Azahar y olivos.
Porque a sus mares
Andalucía llevaba
Sus azahares
Como ya recogiera Carlos Saura en la película de corte documental Sevillanas (1992), quizás el mayor homenaje que se le ha rendido a este género a lo largo de su historia, existe una consensuada tipología. Boleras, corraleras (de Lebrija), de las cruces de mayo, bíblicas, marineras, litúrgicas, de Feria, rocieras y para escuchar. Una clasificación ya apuntada por Arcadio Larrea en Guía del flamenco (1975).
Los temas de las coplas resaltan los aspectos que personalizan lo andaluz y, más concretamente, lo sevillano. El sentimiento expresado es normalmente festivo y amoroso, con amplia cabida para el humor: «Me casé con un enano, salerito, pa’ jartarme de reír…». Últimamente, la alabanza a la Virgen del Rocío está copando incluso el lugar de las sevillanas más sevillanas, las de Feria o la propia capital hispalense. «A la Virgen del Rocío le gustan las sevillanas, pero como tiene al niño no puede tocar las palmas…». Una temática que se prodiga en las grabaciones tipo popurrí de los coros rocieros de las diferentes hermandades.
Flamenco y sevillanas no pueden negar su parentesco. Grandes figuras del flamenco han registrado versiones de la sevillana en grabaciones discográficas. La Niña de los Peines, La Paquera, María Vargas, Manuel Gerena o el mismísimo Camarón, que deja en la película de Saura una de sus últimas interpretaciones, son algunos de los cantaores que han tamizado en su garganta la antigua seguidilla. Duquende y Estrella Morente han sido de los últimos cantaores en ceder hueco a la sevillana en sus trabajos. Al igual que ha ocurrido en la sevillana bailada, quizás el primer estilo que, por tierras hispalenses, acomete cualquier incipiente bailaor. Recientes espectáculos como «Raíz» o «Bailaor» de Antonio Canales, «Sensaciones» de Sara Baras o «La Metamorfosis» de Israel Galván hacen algún que otro amago de sevillana.
Y en ese ir y venir, la temática se torna a veces sombría para abrazarse con el flamenco en su trágico sentimiento de la existencia:
Cuando mueren los famosos
Todo el mundo lo lamenta
Cuantos pobrecitos mueren
Y nadie los tiene en cuenta
Yo he visto un hombre morir
Sin nadie junto a su cuerpo
Nadie quien poder rezarle
Ni siquiera un padrenuestro
Letra que tiene su homóloga en el cante flamenco en la copla:
Cuando se muere algún pobre,
¡qué solito va al entierro!,
y cuando se muere un rico
va la música y el clero
Como el flamenco, la sevillana viene viviendo desde los sesenta un nuevo revivir, que queda expuesto cada primavera en los top ten de las emisoras de radiofórmula más castizas, fiel reflejo de la proliferación de nuevos grupos, la publicación de trabajos y la casi exclusiva consagración de algunas discográficas como Pasarela, Senador o Hispavox al género. A partir de los hermanos Reyes y los hermanos Toronjo, no han cesado de surgir grupos dedicados a la interpretación a varias voces del género. Entre ellos, Los Marismeños, Amigos de Gines, Los del Río o Los Romeros de la Puebla, curiosamente, el grupo que ostenta el récord de permanencia de la música internacional: más de treinta años juntos. También en solitario, siguiendo la estela de El Pali, el máximo exponente del ‘sevillanismo’ de la sevillana, han cantado El Mani, Rafael del Estad o Manuel Orta.
Si alguna duda queda de la consanguinidad flamenca de las sevillanas, sólo un ejemplo. Azotea (1988), una grabación del grupo de sevillanas gaditano Salmarina, lleva un atrás que para sí quisiera el más preciado cantaor. Isidro Muñoz compone las letras y acompaña en el toque a Vicente Amigo; Manuel Soler, al baile, palmas y cajón; el bajo es de Carles Benavent; y el piano de José Miguel Évora. Y si eso no es flamenco…
Por Candela Olivo