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Por Sevillanas

Sevillanas corraleras

Hoy se encuentra en desuso la modalidad popular originaria de sevillanas que trata asuntos más bien picantones, locales, de vecindad, amoríos y piropos de las llamadas «sevillanas corraleras». La renovación de los repertorios que se inicia con la difusión del microsurco en los años 60, y en ella tuvieron notable protagonismo los Hermanos Toronjo y los Hermanos Reyes. Estos últimos diseñaron la estructura definitiva en cuatro partes con repetición del estribillo. A partir de entonces comienza a registrarse la autoría de cantes y letras, acompañada de una mayor complejidad musical, se inicia el alargamiento versicular y una cierta especialización temática, al recuperarse las «seguidillas» o «sevillanas bíblicas», y eclosionar las «sevillanas rocieras», desde entonces imparables. Y es que la sevillana ha tenido la misma dinamicidad que los acontecimientos festivos a que han ido unidas, en particular el Rocío y la Feria, progresivamente desvinculada de su vocación ganadera, y que ha trascendido ya para siempre del mercado a la pura fiesta.

La sevillana ha sido, en suma, un producto en continua transformación según las tendencias mercantiles y artísticas y los condicionantes históricos, tanto en los contenidos de sus letras como en su música. Como el flamenco o el traje de gitana, la máxima prueba de su vivacidad es la existencia de «modas» en el género. A partir del boom de los 80 -cuando llegaron a grabarse hasta 200 discos de sevillanas al año- se introducen en el mercado prácticas como las sevillanas sinfónicas, con nueva instrumentación y palmas cruzadas en vez de las de «ritmo llano», y se desplazan los sencillos temas de la sevillana tradicional hacia folletinescos asuntos de gran éxito comercial en juegos de voces elaborados. Los ritmos ajenos al ternario, la pérdida del compás o su disolución en melismas aflamencados, tienen que ver con el salto acaecido entre las «sevillanas para bailar» y las «sevillanas para escuchar». Lo último en grabaciones son los coros de sevillanas, primero rocieros, y luego de «sevillanas-fórmula», de gran predicamento como registro sonoro prefabricado de la fiesta, frente a los que la sevillana tradicional cantada a viva voz todavía consigue arañar algún hueco entre el bullicio de los decibelios.

Por CRISTINA CRUCES ROLDÁN. Profesora Titular de Antropología Social de la Universidad de Sevilla

Publicado en ABC de Sevilla el 15 de abril de 2002

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